Mateo 6-10 (RVR1995) (2025)

Table of Contents
Sobre la limosna Sobre la oración(A) Sobre el ayuno Tesoros en el cielo(B) La lámpara del cuerpo(C) Dios y las riquezas(D) Confianza en Dios(E) El juzgar a los demás(F) La oración, y la regla de oro(G) La puerta angosta(H) Por sus frutos los conoceréis(I) Nunca os conocí(J) Los dos cimientos(K) Jesús sana a un leproso(L) Jesús sana al siervo de un centurión(M) Jesús sana a la suegra de Pedro(N) Jesús sana a muchos enfermos Los que querían seguir a Jesús(O) Jesús calma la tempestad(P) Los endemoniados gadarenos(Q) Jesús sana a un paralítico(R) Llamamiento de Mateo(S) La pregunta sobre el ayuno(T) La hija de Jairo, y la mujer con flujo de sangre(U) Dos ciegos reciben la vista Un mudo habla La mies es mucha Elección de los doce apóstoles(V) Misión de los doce(W) Persecuciones venideras(X) A quién se debe temer(Y) Confesar a Jesús delante de los hombres(Z) Jesús, causa de división(AA) Recompensas(AB) Jesús enseña sobre tres prácticas de piedad 1. Sobre la limosna 2. Sobre la oración(A) 3. Sobre el ayuno Riquezas en el cielo(B) La lámpara del cuerpo(C) Dios y las riquezas(D) Dios cuida de sus hijos(E) No juzgar a otros(F) Pedir, buscar y llamar a la puerta(G) La puerta angosta(H) Los reconocerán por sus acciones(I) Para entrar en el reino de los cielos(J) La casa bien o mal fundada(K) Jesús sana a un leproso(L) Jesús sana al criado de un capitán romano(M) Jesús sana a la suegra de Pedro(N) Jesús sana a muchos enfermos(O) Para seguir a Jesús(P) Jesús calma la tormenta(Q) Los endemoniados de Gadara(R) Jesús perdona y sana a un paralítico(S) Jesús llama a Mateo(T) La pregunta sobre el ayuno(U) La mujer enferma y la hija de Jairo(V) Jesús sana a dos ciegos Jesús sana a un mudo La cosecha es mucha Jesús escoge a los doce apóstoles(W) Jesús instruye y envía a los apóstoles(X) Persecuciones Hablar sin temor(Y) Reconocer a Jesucristo delante de los hombres(Z) Jesús, causa de división(AA) Premios(AB) References
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Sobre la limosna

6»Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 3Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

Sobre la oración(A)

5»Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

7»Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así:

»“Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
10Venga tu Reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13No nos metas en tentación,
sino líbranos del mal,
porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por todos los siglos. Amén”.

14»Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15pero si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Sobre el ayuno

16»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

Tesoros en el cielo(B)

19»No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; 20sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, 21porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

La lámpara del cuerpo(C)

22»La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

Dios y las riquezas(D)

24»Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Confianza en Dios(E)

25»Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se angustie, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os angustiáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. 30Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? 31No os angustiéis, pues, diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?”, 32porque los gentiles se angustian por todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. 33Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

34»Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal.

El juzgar a los demás(F)

7»No juzguéis, para que no seáis juzgados, 2porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. 3¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? 5¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6»No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen.

La oración, y la regla de oro(G)

7»Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, 8porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 9¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? 12Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas.

La puerta angosta(H)

13»Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Por sus frutos los conoceréis(I)

15»Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? 17Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20Así que por sus frutos los conoceréis.

Nunca os conocí(J)

21»No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” 23Entonces les declararé: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”

Los dos cimientos(K)

24»A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. 25Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. 26Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. 27Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.»

28Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, 29porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Jesús sana a un leproso(L)

8Cuando descendió Jesús del monte, lo seguía mucha gente. 2En esto se le acercó un leproso y se postró ante él, diciendo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

3Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:

—Quiero, sé limpio.

Y al instante su lepra desapareció. 4Entonces Jesús le dijo:

—Mira, no lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.

Jesús sana al siervo de un centurión(M)

5Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba 6diciendo:

—Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.

7Jesús le dijo:

—Yo iré y lo sanaré.

8Respondió el centurión y dijo:

—Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará, 9pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a éste: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

10Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían:

—De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

13Entonces Jesús dijo al centurión:

—Vete, y como creíste te sea hecho.

Y su criado quedó sano en aquella misma hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro(N)

14Fue Jesús a casa de Pedro y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. 15Entonces tocó su mano y la fiebre la dejó; ella se levantó, y los servía.

Jesús sana a muchos enfermos

16Al caer la noche le llevaron muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos, 17para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.»

Los que querían seguir a Jesús(O)

18Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, dio orden de pasar al otro lado. 19Se le acercó un escriba y le dijo:

—Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

20Jesús le dijo:

—Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.

21Otro de sus discípulos le dijo:

—Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.

22Jesús le dijo:

—Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús calma la tempestad(P)

23Entró él en la barca y sus discípulos lo siguieron. 24Y se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Se acercaron sus discípulos y lo despertaron, diciendo:

—¡Señor, sálvanos, que perecemos!

26Él les dijo:

—¿Por qué teméis, hombres de poca fe?

Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27Los hombres, maravillados, decían:

—¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar lo obedecen?

Los endemoniados gadarenos(Q)

28Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29Y clamaron diciendo:

—¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?

30Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. 31Y los demonios le rogaron diciendo:

—Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos.

32Él les dijo:

—Id.

Ellos salieron y se fueron a aquel hato de cerdos, y entonces todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. 33Los que los apacentaban huyeron y, llegando a la ciudad, contaron todas las cosas y lo que había pasado con los endemoniados. 34Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, cuando lo vieron, le rogaron que se fuera de su territorio.

Jesús sana a un paralítico(R)

9Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. 2Y sucedió que le llevaron un paralítico tendido sobre una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:

—Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

3Entonces algunos de los escribas se decían a sí mismos: «Éste blasfema». 4Conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo:

—¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5¿Qué es más fácil, decir: “Los pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

7Entonces él se levantó y se fue a su casa. 8La gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.

Llamamiento de Mateo(S)

9Saliendo Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo que estaba sentado en el banco de los tributos públicos, y le dijo:

—Sígueme.

Él se levantó y lo siguió. 10Aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, muchos publicanos y pecadores, que habían llegado, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos:

—¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?

12Al oír esto Jesús, les dijo:

—Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificios”, porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

La pregunta sobre el ayuno(T)

14Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:

—¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?

15Jesús les dijo:

—¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. 16Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura. 17Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se pierden; pero echa el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

La hija de Jairo, y la mujer con flujo de sangre(U)

18Mientras él les decía estas cosas, llegó un dignatario y se postró ante él, diciendo:

—Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. 20En esto, una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto, 21porque se decía a sí misma: «Con sólo tocar su manto, seré salva.»

22Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo:

—Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado.

Y la mujer fue salva desde aquella hora.

23Cuando entró Jesús en la casa del dignatario y vio a los que tocaban flautas y a la gente que hacía alboroto, 24les dijo:

—Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme.

Y se burlaban de él. 25Pero cuando la gente fue echada fuera, entró y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. 26Y se difundió esta noticia por toda aquella tierra.

Dos ciegos reciben la vista

27Cuando salió Jesús, lo siguieron dos ciegos, diciéndole a gritos:

—¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!

28Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó:

—¿Creéis que puedo hacer esto?

Ellos dijeron:

—Sí, Señor.

29Entonces les tocó los ojos, diciendo:

—Conforme a vuestra fe os sea hecho.

30Y los ojos de ellos fueron abiertos. Jesús les encargó rigurosamente, diciendo:

—Mirad que nadie lo sepa.

31Pero cuando salieron, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.

Un mudo habla

32Tan pronto ellos salieron, le trajeron un mudo endemoniado. 33Una vez expulsado el demonio, el mudo habló. La gente se maravillaba y decía:

—Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.

34Pero los fariseos decían:

—Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.

La mies es mucha

35Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 36Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. 38Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.»

Elección de los doce apóstoles(V)

10Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros, para que los echaran fuera y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; 3Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, 4Simón, el cananita, y Judas Iscariote, el que también lo entregó.

Misión de los doce(W)

5A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo:

«Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7Y yendo, predicad, diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado.” 8Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. 9No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón, porque el obrero es digno de su alimento. 11Pero en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos de quién en ella es digno y quedaos allí hasta que salgáis. 12Al entrar en la casa, saludad. 13Y si la casa es digna, vuestra paz vendrá sobre ella; pero si no es digna, vuestra paz se volverá a vosotros. 14Si alguien no os recibe ni oye vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. 15De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad.

Persecuciones venideras(X)

16»Yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. 17Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y en sus sinagogas os azotarán; 18y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa mía, para testimonio a ellos y a los gentiles. 19Pero cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar, 20pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. 21El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir. 22Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo. 23Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. De cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre.

24»El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor. 25Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!

A quién se debe temer(Y)

26»Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse. 27Lo que os digo en tinieblas, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. 28No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. 29¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre. 30Pues bien, aun vuestros cabellos están todos contados. 31Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

Confesar a Jesús delante de los hombres(Z)

32»A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Jesús, causa de división(AA)

34»No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, 35porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. 36Así que los enemigos del hombre serán los de su casa. 37El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

Recompensas(AB)

40»El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. 42Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.»

Cross references

  1. Mateo 6:5 : Lc 11.2-4
  2. Mateo 6:19 : Lc 12.32-34
  3. Mateo 6:22 : Lc 11.33-36
  4. Mateo 6:24 : Lc 16.13
  5. Mateo 6:25 : Lc 12.22-31
  6. Mateo 7:1 : Lc 6.37-38,41-42
  7. Mateo 7:7 : Lc 11.9-13; 6.31
  8. Mateo 7:13 : Lc 13.24
  9. Mateo 7:15 : Lc 6.43-44
  10. Mateo 7:21 : Lc 13.25-27
  11. Mateo 7:24 : Lc 6.46-49
  12. Mateo 8:1 : Mc 1.40-45; Lc 5.12-16
  13. Mateo 8:5 : Lc 7.1-10
  14. Mateo 8:14 : Mc 1.29-34; Lc 4.38-41
  15. Mateo 8:18 : Lc 9.57-62
  16. Mateo 8:23 : Mc 4.35-41; Lc 8.22-25
  17. Mateo 8:28 : Mc 5.1-20; Lc 8.26-39
  18. Mateo 9:1 : Mc 2.1-12; Lc 5.17-26
  19. Mateo 9:9 : Mc 2.13-17; Lc 5.27-32
  20. Mateo 9:14 : Mc 2.18-22; Lc 5.33-39
  21. Mateo 9:18 : Mc 5.21-43; Lc 8.40-56
  22. Mateo 10:1 : Mc 3.13-19; Lc 6.12-16
  23. Mateo 10:5 : Mc 6.7-13; Lc 9.1-6
  24. Mateo 10:16 : Mc 13.9-13; Lc 21.12-19
  25. Mateo 10:26 : Lc 12.2-9
  26. Mateo 10:32 : Lc 12.8-9
  27. Mateo 10:34 : Lc 12.49-53; 14.26-27
  28. Mateo 10:40 : Mc 9.41
Close DHH

Jesús enseña sobre tres prácticas de piedad

6»No hagan sus buenas obras delante de la gente sólo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio.

1. Sobre la limosna

2»Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. 3Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; 4hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.

2. Sobre la oración(A)

5»Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. 6Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.

7»Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. 8No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan. 9Ustedes deben orar así:

»“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
10Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra,
así como se hace en el cielo.
11Danos hoy el pan que necesitamos.
12Perdónanos el mal que hemos hecho,
así como nosotros hemos perdonado
a los que nos han hecho mal.
13No nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.”

14»Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; 15pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.

3. Sobre el ayuno

16»Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. 17Tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, 18para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre, que está en lo oculto, y tu Padre que ve en lo oculto te dará tu recompensa.

Riquezas en el cielo(B)

19»No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. 20Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. 21Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo(C)

22»Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; 23pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma!

Dios y las riquezas(D)

24»Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.

Dios cuida de sus hijos(E)

25»Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? 26Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! 27En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?

28»¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. 29Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. 30Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! 31Así que no se preocupen, preguntándose: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Con qué vamos a vestirnos?” 32Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. 33Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. 34No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.

No juzgar a otros(F)

7»No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. 2Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes. 3¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? 4Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo”? 5¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo.

6»No den las cosas sagradas a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes y los hagan pedazos. Y no echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen.

Pedir, buscar y llamar a la puerta(G)

7»Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. 8Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.

9»¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? 10¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? 11Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!

12»Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.

La puerta angosta(H)

13»Entren por la puerta angosta. Porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos; 14pero la puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran.

Los reconocerán por sus acciones(I)

15»Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. 16Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. 17Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. 18El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. 19Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego. 20De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.

Para entrar en el reino de los cielos(J)

21»No todos los que me dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. 22Aquel día muchos me dirán: “Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.” 23Pero entonces les contestaré: “Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores!”

La casa bien o mal fundada(K)

24»Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. 26Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. 27Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!»

28Cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, 29porque lo hacía con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley.

Jesús sana a un leproso(L)

8Cuando Jesús bajó del monte, mucha gente lo siguió. 2En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, el cual se puso de rodillas delante de él y le dijo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

3Jesús lo tocó con la mano, y dijo:

—Quiero. ¡Queda limpio!

Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad. 4Jesús añadió:

—Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.

Jesús sana al criado de un capitán romano(M)

5Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. 6Le dijo:

—Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores.

7Jesús le respondió:

—Iré a sanarlo.

8El capitán contestó:

—Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. 9Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.

10Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían:

—Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. 11Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.

13Luego Jesús dijo al capitán:

—Vete a tu casa, y que se haga tal como has creído.

En ese mismo momento el criado quedó sano.

Jesús sana a la suegra de Pedro(N)

14Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de éste en cama y con fiebre. 15Jesús tocó entonces la mano de ella, y la fiebre se le quitó, así que ella se levantó y comenzó a atenderlo.

Jesús sana a muchos enfermos(O)

16Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas; y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también sanó a todos los enfermos. 17Esto sucedió para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías, cuando dijo: «Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.»

Para seguir a Jesús(P)

18Jesús, al verse rodeado por la multitud, dio orden de pasar al otro lado del lago. 19Entonces se le acercó un maestro de la ley, y le dijo:

—Maestro, deseo seguirte a dondequiera que vayas.

20Jesús le contestó:

—Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

21Otro, que era uno de sus discípulos, le dijo:

—Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

22Jesús le contestó:

—Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús calma la tormenta(Q)

23Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo acompañaron. 24En esto se desató sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido. 25Entonces sus discípulos fueron a despertarlo, diciéndole:

—¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!

26Él les contestó:

—¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes!

Dicho esto, se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente tranquilo. 27Ellos, admirados, se preguntaban:

—¿Pues quién será éste, que hasta los vientos y el mar lo obedecen?

Los endemoniados de Gadara(R)

28Cuando Jesús llegó al otro lado del lago, a la tierra de Gadara, dos endemoniados salieron de entre las tumbas y se acercaron a él. Eran tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino; 29y se pusieron a gritar:

—¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Viniste acá para atormentarnos antes de tiempo?

30A cierta distancia de allí había muchos cerdos comiendo, 31y los demonios le rogaron a Jesús:

—Si nos expulsas, déjanos entrar en esos cerdos.

32Jesús les dijo:

—Vayan.

Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos; y al momento todos los cerdos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y allí se ahogaron.

33Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y al llegar al pueblo comenzaron a contar lo sucedido, todo lo que había pasado con los endemoniados. 34Entonces todos los del pueblo salieron a donde estaba Jesús, y al verlo le rogaron que se fuera de aquellos lugares.

Jesús perdona y sana a un paralítico(S)

9Después de esto, Jesús subió a una barca, pasó al otro lado del lago y llegó a su propio pueblo. 2Allí le llevaron un paralítico, acostado en una camilla; y cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo:

—Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados.

3Algunos maestros de la ley pensaron: «Lo que éste ha dicho es una ofensa contra Dios.» 4Pero como Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, les preguntó:

—¿Por qué tienen ustedes tan malos pensamientos? 5¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.

Entonces le dijo al paralítico:

—Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

7El paralítico se levantó y se fue a su casa. 8Al ver esto, la gente tuvo miedo y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.

Jesús llama a Mateo(T)

9Jesús se fue de allí y vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:

—Sígueme.

Entonces Mateo se levantó y lo siguió.

10Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa junto con Jesús y sus discípulos. 11Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos:

—¿Cómo es que su maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?

12Jesús lo oyó y les dijo:

—Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. 13Vayan y aprendan el significado de estas palabras: “Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios.” Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

La pregunta sobre el ayuno(U)

14Los seguidores de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron:

—Nosotros y los fariseos ayunamos mucho, ¿por qué tus discípulos no ayunan?

15Jesús les contestó:

—¿Acaso pueden estar tristes los invitados a una boda, mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que se lleven al novio; entonces sí ayunarán.

16«Nadie arregla un vestido viejo con un remiendo de tela nueva, porque el remiendo nuevo se encoge y rompe el vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. 17Ni tampoco se echa vino nuevo en cueros viejos, porque los cueros se revientan, y tanto el vino como los cueros se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en cueros nuevos, para que así se conserven las dos cosas.»

La mujer enferma y la hija de Jairo(V)

18Mientras Jesús les estaba hablando, un jefe de los judíos llegó, se arrodilló ante él y le dijo:

—Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a la vida.

19Jesús se levantó, y acompañado de sus discípulos se fue con él. 20Entonces una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre, se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde de la capa. 21Porque pensaba: «Tan sólo con que llegue a tocar su capa, quedaré sana.» 22Pero Jesús se dio la vuelta, vio a la mujer y le dijo:

—Ánimo, hija, por tu fe has sido sanada.

Y desde aquel mismo momento quedó sana.

23Cuando Jesús llegó a casa del jefe de los judíos, y vio que los músicos estaban preparados ya para el entierro y que la gente lloraba a gritos, 24les dijo:

—Sálganse de aquí, pues la muchacha no está muerta, sino dormida.

La gente se rió de Jesús, 25pero él los hizo salir; luego entró y tomó de la mano a la muchacha, y ella se levantó. 26Y por toda aquella región corrió la noticia de lo que había pasado.

Jesús sana a dos ciegos

27Al salir Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando:

—¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

28Cuando Jesús entró en la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:

—¿Creen ustedes que puedo hacer esto?

—Sí, Señor —le contestaron.

29Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo:

—Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen.

30Y recobraron la vista. Jesús les advirtió mucho:

— Procuren que no lo sepa nadie.

31Pero, apenas salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.

Jesús sana a un mudo

32Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. 33En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. La gente, admirada, decía:

—¡Nunca se ha visto en Israel una cosa igual!

34Pero los fariseos decían:

—Es el propio jefe de los demonios quien le ha dado a éste el poder de expulsarlos.

La cosecha es mucha

35Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. 36Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. 37Dijo entonces a sus discípulos:

—Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. 38Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.

Jesús escoge a los doce apóstoles(W)

10Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.

2Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; 3Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; 4Simón el cananeo, y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.

Jesús instruye y envía a los apóstoles(X)

5Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayan a las regiones de los paganos ni entren en los pueblos de Samaria; 6vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. 7Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado. 8Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.

9»No lleven oro ni plata ni cobre 10ni provisiones para el camino. No lleven ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el trabajador tiene derecho a su alimento.

11»Cuando lleguen ustedes a un pueblo o aldea, busquen alguna persona de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan de allí. 12Al entrar en la casa, saluden a los que viven en ella. 13Si la gente de la casa lo merece, su deseo de paz se cumplirá; pero si no lo merece, ustedes nada perderán. 14Y si no los reciben ni los quieren oír, salgan de la casa o del pueblo y sacúdanse el polvo de los pies. 15Les aseguro que en el día del juicio el castigo para ese pueblo será peor que para la gente de la región de Sodoma y Gomorra.

Persecuciones

16»¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas. 17Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades, los golpearán en las sinagogas 18y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podrán dar testimonio de mí delante de ellos y de los paganos. 19Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen ustedes por lo que han de decir o cómo han de decirlo, porque cuando les llegue el momento de hablar, Dios les dará las palabras. 20Pues no serán ustedes quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.

21»Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se volverán contra sus padres y los matarán. 22Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará. 23Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; pues les aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes que ustedes hayan recorrido todas las ciudades de Israel.

24»Ningún discípulo es más que su maestro, y ningún criado es más que su amo. 25El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado como su amo. Si al jefe de la casa lo llaman Beelzebú, ¿qué dirán de los de su familia?

Hablar sin temor(Y)

26»No tengan, pues, miedo de la gente. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. 27Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a la luz del día; y lo que les digo en secreto, grítenlo desde las azoteas de las casas. 28No tengan miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede hacer perecer alma y cuerpo en el infierno.

29»¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que el Padre de ustedes lo permita. 30En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos de la cabeza él los tiene contados uno por uno. 31Así que no tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos.

Reconocer a Jesucristo delante de los hombres(Z)

32»Si alguien se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a favor de él delante de mi Padre que está en el cielo; 33pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

Jesús, causa de división(AA)

34»No crean que yo he venido a traer paz al mundo; no he venido a traer paz, sino guerra. 35He venido a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; 36de modo que los enemigos de cada cual serán sus propios parientes.

37»El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no merece ser mío; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no merece ser mío; 38y el que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío. 39El que trate de salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará.

Premios(AB)

40»El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo. 42Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.»

Cross references

  1. Mateo 6:5 : Lc 11.2-4
  2. Mateo 6:19 : Lc 12.33-34
  3. Mateo 6:22 : Lc 11.34-36
  4. Mateo 6:24 : Lc 16.13
  5. Mateo 6:25 : Lc 12.22-31
  6. Mateo 7:1 : Lc 6.37-38,41-42
  7. Mateo 7:7 : Lc 11.9-13; 6.31
  8. Mateo 7:13 : Lc 13.24
  9. Mateo 7:15 : Lc 6.43-44
  10. Mateo 7:21 : Lc 13.25-27
  11. Mateo 7:24 : Mc 1.22; Lc 6.47-49
  12. Mateo 8:1 : Mc 1.40-45; Lc 5.12-16
  13. Mateo 8:5 : Lc 7.1-10; Jn 4.43-54
  14. Mateo 8:14 : Mc 1.29-31; Lc 4.38-39
  15. Mateo 8:16 : Mc 1.32-34; Lc 4.40-41
  16. Mateo 8:18 : Lc 9.57-62
  17. Mateo 8:23 : Mc 4.35-41; Lc 8.22-25
  18. Mateo 8:28 : Mc 5.1-20; Lc 8.26-39
  19. Mateo 9:1 : Mc 2.1-12; Lc 5.17-26
  20. Mateo 9:9 : Mc 2.13-17; Lc 5.27-32
  21. Mateo 9:14 : Mc 2.18-22; Lc 5.33-39
  22. Mateo 9:18 : Mc 5.21-43; Lc 8.40-56
  23. Mateo 10:1 : Mc 3.13-19; Lc 6.12-16
  24. Mateo 10:5 : Mc 6.7-13; Lc 9.1-6
  25. Mateo 10:26 : Lc 12.2-7
  26. Mateo 10:32 : Lc 12.8-9
  27. Mateo 10:34 : Lc 12.51-53; 14.26-27
  28. Mateo 10:40 : Mc 9.41
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Reina-Valera 1995 (RVR1995)

Copyright © 1995 by United Bible Societies

Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

Mateo 6-10 (RVR1995) (2025)

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